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Diario YA


 

La percepción generalizada es que, unos y otros, viven en entornos distintos muy alejados entre sí.

¿Vivimos en la misma España el Gobierno y la ciudadanía

Miguel Massanet Bosch.  Hay quien dice que la pandemia del Covid 19 le ha servido al Gobierno de cortina de humo para ocultar muchas de sus carencias y para permitirle ir retrasando, con pretexto de darle prioridad a la lucha en contra de la epidemia, alguna de sus promesas que, evidentemente, tanto por su cuantía como por la dificultad organizativa y la  magnitud de la reacción de los presuntos beneficiarios de la medida, les hubiera sido imposible implantar en un entorno de normalidad. Para ejemplo dicen que basta un botón y, en este caso, el botón podría ser la famosa renta mínima vital que, pese a la urgencia con la que se tramitó la Ley y la prioridad en cuanto a su puesta en práctica que parecía querer darle el gobierno filocomunista que tenemos; los resultados han sido que, sólo 75.000 personas de las 750.000 que la han solicitado, han conseguido recibir la ayuda pedida. ¿Imprevisión, falta de fondos para hacer frente a tanta solicitud, improvisación de último momento ante la urgencia de dar a conocer una medida de indudable impacto social pero de complicada puesta en práctica?, un tema que, indudablemente, tenía como objetivo darle un respiro a un Gobierno al que le vienen lloviendo los problemas por todo este coladero en el que se ha metido con tal de pretender dar la sensación de que era capaz de solventar, él solo, con la ayuda de los comunistas y dejándose chantajear por separatistas vascos y catalanes, no sólo la pandemia del coronavirus, sino la otra pandemia, representada por la crisis económica que se viene anunciando, como consecuencia de los efectos nefastos de una epidemia que ha sido, lo peor gestionada que podía ser, por un Gobierno desnortado que ha sido incapaz de prever sus consecuencia y de dotarse de los medios que, la más elemental prudencia, hubieran aconsejado ante una situación que ya se venía anunciando, desde todas las instituciones sanitarias de la UE, meses antes de que al gobierno de Sánchez se le ocurriera tomar las precauciones pertinentes que, como se ha demostrado fehacientemente, no han sido las más adecuadas, rápidas y eficaces que debieran haberse adoptado.
Todos, en Europa, coinciden que la nación que peor ha gestionado la crisis del virus que nos llegó de China, ha sido España, por culpa de nuestros gobernantes presididos, cómo no, por este personaje, Pedro Sánchez, que cada día que pasa se vuelve más siniestro y que sigue en su intento de perpetuarse en el poder aunque, para ello, deba de condenar a España y su pueblo a una de las peores situaciones que se puedan dar para un país que no se merece estar en un escenario tan deprimente al que, sólo la estulticia y los intereses personales y electorales que priorizan a este ejecutivo, han sido los que nos están llevando a un punto del que nos va a ser muy difícil retornar, si es que todavía hubiera alguna posibilidad de hacerlo.
Incendios; paro; ertes; concursos de acreedores; .coronavirus; falta de cohesión entre el gobierno y las autonomías; miles de autónomos que no pueden sobrevivir a una situación con la que no tienen medios para poder enfrentarse; empresas grandes y pymes que cierran sus puertas; desconcierto en cuanto al problema escolar de la vuelta a las clases; todo el sector sanitario disgustado, reclamando medidas para poder enfrentarse con garantías a los rebrotes del Covid 19; separatismo que sigue aprovechando la debilidad del Gobierno para ir avanzando en su proyecto secesionista, etc. Y ante un panorama tan desalentador unos ministros que se dedican a reclamar a la oposición a que colabore con ellos ¿Colaborar a hacer una política que no lleva a otro resultado que la quiebra de España? Los partidos que cayeran en la trampa, y no dudamos que ya hay algunos que parece que ya han caído ¿no, señora Arrimadas?, o que parece que pudieran tener la tentación de hacerlo ¿qué pasa con el PP y su nuevo rumbo de tolerancia con el Ejecutivo, señor Casado? Lo único que conseguirán será darles oxígeno a unos gobernantes que se ven acosados por la realidad, que están apurando sus recursos, apelando a la demagogia y la propaganda de quienes colaboran eficientemente con ellos para ocultar al pueblo la triste verdad de que estamos en camino de entrar en un tipo de estado totalitario en el que, las libertades individuales, van a desaparecer para dar paso a un nuevo régimen político del estilo de aquellos que, tristemente, están vigentes en algunos países sudamericanos en los que, el comunismo castrista, ha conseguido que sus ciudadanos hayan quedado relegados a meros espectadores de las dictaduras opresivas que los tienen atenazados, sin que en ellos quede el más mínimo resquicio de democracia ni, tan siquiera, la menor esperanza de recuperarla.
Y en este punto de la vida española nos encontramos con personajes, como es el caso de la señora Arrimadas, que parece que no ha entendido, no se ha enterado y que sigue ciega ante lo que son los verdaderos planes del señor Pedro Sánchez. Piensa, la infeliz, que actuando de mediadora, cómplice, concubina política de los socialistas y presunta colaboradora en unos nuevos presupuestos que pudiera facilitar a Sánchez, iba a conseguir mejorar sus resultados electorales, hoy en día poco esperanzadores, y aumentar sus expectativas de alcanzar al PP en unas nuevas legislativas. Todo ello a costa de romper la estrategia de un bloque sólido de la derecha, la esperanza de una unión electoral de los tres partidos, PP,VOX y Ciudadanos para presentar un frente común y sólido ante las izquierdas capaz de ilusionar a un electorado que hoy lo único que ve es dispersión, traición, enfrentamiento e intereses puramente electorales, que no conducen más que a la perpetuación de las izquierdas que, si no ocurre algo muy grande que pueda cambiar el panorama que actualmente se observa en España, tienen todas las ventajas para volver a ganar unas elecciones al final de esta legislatura.     
Lo cierto es que cuesta entender como una parte de la ciudadanía, una facción importante de ella, sigue como hipnotizada, impasible, pasmada sin reaccionar ni parecer enterarse de lo que está sucediendo en nuestra patria. Se van tragando, como quien come palomitas de maíz, todos cuantos informes, noticias, bulos, engaños, acusaciones, exculpaciones, desinformaciones y descalificaciones que directamente, desde las declaraciones de los ministros, los informes de los presuntos expertos en el coronavirus, los artículos de una prensa entregada al 90% a los partidos de separatistas e izquierdas, las TV convertidas en portavoces de comunistas y socialistas; salvo la catalana, mayoritariamente partidaria del independentismo; forman un totum revolutum cuya única y primordial misión es la de crear un cinturón sanitario en torno a la derecha, de modo que cualquier iniciativa por parte de los partidos de la oposición queda inmediatamente controlada, retenida, desvirtuada y contraatacada por la potente red de información de la que dispone el gobierno y sus socios.
En cierto modo los ciudadanos estamos en manos de los pocos reductos en los que se puede confiar que exista alguna objetividad; de aquella, cada vez más limitada, prensa que sigue manteniendo su línea de defensa de los valores, que parece que ya han dejado de tener vigencia en un país en el que muchos ya no nos reconocemos y que parece que va, a marchas agigantadas, en una dirección que no augura para los españoles nada positivo si, como parece ser, volvemos a una situación que se podría comparar a la que se produjo con la llegada de la II República, si bien es cierto que, afortunadamente, no se han producido los luctuosos sucesos que tuvieron lugar desde la proclamación del nuevo régimen republicano hasta el 18 de julio de 1936. Pero ya se advierten ciertos síntomas revolucionarios en distintos ambientes políticos; los separatistas siguen en sus posturas maximalistas, sin que la actitud irascible y rebelde del señor Torra nos permita tener la confianza de que no llegue un momento en el que el problema catalán se le marche de las manos al gobierno de Madrid y entremos en un nuevo intento de conseguir por la fuerza lo que, hasta ahora, no han podido lograr por otros medios.   
Y uno se pregunta si, esta falta de sincronía entre lo que decide el Gobierno, lo que se nos dice a los ciudadanos; lo que transcurre tras la bambalinas que se nos oculta y los acuerdos, entendimientos, complots o maquinaciones que, solamente, son conocidos por algunos privilegiados mandamases que son los que, de verdad, manejan los hilos del país, es en realidad lo que correspondería a un país democrático, como pretendidamente es España, o más bien pudiera entenderse que pertenece a una especie de contubernio en el que personajes como el señor Soros y a un nivel más reducido, el catalán señor Roura, son los que nos podrían, si quisieran, dar la clave de lo que se pretende hacer con esta España en la que parece que han puesto su mirada como un posible objetivo de crear una cabeza de puente para ir situándose a las puertas de la UE, que quizá fuese su siguiente objetivo.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la inquietud de que pertenecemos a este grupo mayoritario de aquellos a los que se nos oculta lo que se está tramando desde las altas esferas, con respecto al futuro de nuestra nación; un futuro que desde luego a la vista de un ciudadano de a pie ya se nos presenta como muy turbulento, pero que somos capaces de intuir que todavía existe el peligro mayor de que, la descomposición de nuestro país, pudiera llegar a ser el siguiente objetivo de quienes lo que se proponen es acabar con España.     Y terminamos con una frase de alguien que no nos tenía mucho aprecio, Simón Bolívar, pero que estuvo acertado en su juicio: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia civil”

 

Miguel Massanet Bosch