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Diario YA


 

En Andalucía pensando el mes de mayo

Fancisco Torres García.- Puede que a efectos mediáticos y de autoconvencimiento de no pocos el proclamado “acontecimiento histórico”  de echar a la izquierda del poder en Andalucía, al PSOE para ser más exactos, sea durante un tiempo el gran argumento para tapar la realidad. La alfombra bajo la que esconder mientras se pueda la otra cara de lo sucedido y poder saber si realmente se abre un nuevo tiempo encaminado por lo menos a poner fin al clientelismo autonómico, al mercadeo de la subvención y al dispendio en el gasto público.

Puede que los triunfadores, que son tres, que han estado pensando en el tiempo corto que queda hasta las multicitas electorales de mayo y en el día después de las mismas, estimando que se puedan repetir los resultados y la correlación de fuerzas si las circunstancias no se alteran, piensen que el “todo por echar a la izquierda” les permita jugar a ganador sobre seguro y repartirse el poder entre dos, sepultando a un tercero al que unos consideran ya un apéndice necesario y otros desprecian. Y al que ambos tienen colocado entre la espada y la pared con el “todo antes que permitir que gobierne la izquierda”, y en ese todo que se entrega va incluida la reivindicación ideológica que se enfrenta al mito de la “superioridad moral de la izquierda”que admiten y suscriben PP y Ciudadanos. Es lo que tiene sentarse en una mesa con jugadores expertos en el manejo de las cartas, con tahúres y abusar del farol cuando a juicio de este analista, a falta de los detalles, todo estaba cocinado y no sé si redactado. Otra cosa es la propaganda y la cerrazón de los hooligans.

El teórico banco de pruebas andaluz, que ha galvanizado a dos de las “tres derechas”, al PP y a VOX, lo de Ciudadanos es otro cantar, encierra no pocas incógnitas que nadie parece querer mentar aunque estén ahí. La más importante: que la victoria de las “tres derechas” es muy relativa o no ha sido tal, y por tanto la reiteración de lo sucedido en las próximas citas electorales dependerá de factores coyunturales.

Lamento ejercer de aguafiestas pero es lo que hay. Es una realidad implícitamente reconocida cuando los vencedores alertaban de que una hipotética repetición de las elecciones andaluzas llevaría a la victoria y a la presidencia de la Junta a Susana Díaz, lo que probablemente hubiera horrorizado a un Sánchez que piensa que no hay mal que por bien no venga si se libra de una rival. Me explico: unas elecciones en las que el partido más votado, que tendría mayoría absoluta, es la abstención deben ser leídas correctamente evitando cualquier ejercicio de proyección. Lo que hay que plantearse es: ¿Se repetirá el alto número de votantes de izquierda que, básicamente por creer en España, se han abstenido? ¿La demagogia y la campaña mediática de calentamiento que se ha lanzado sobre la llegada de la derecha, la extrema derecha, el fascismo y la derecha franquista o del franquismo político -aguardo con fruición a los teorizadores de tal cosa- adornada con la manipulación feminista, será capaz de crear un estado de tensión que lleve a la movilización de la abstención izquierdista reduciéndola? ¿Veremos resurgir de sus cenizas, de sus líos, de sus permisos de paternidad y de la olla de grillos que es a PODEMOS?

El día después las “tres derechas” han jugado en Andalucía de cara a mayo con unos pactos y acuerdos de gobierno que más que aclarar enredan. Entre los 89 puntos del pacto de gobierno PP-Ciudadanos y los 37 del compromiso sin concreción del PP-VOX que, leídos como se quieran, dan la primacía ideológica a los postulados de Ciudadanos, uno por lo que pone y otro por lo que no pone, los comentaristas no saben muy bien dónde situarse hasta que no habrá la boca el futuro presidente andaluz cuando vaya a ser votado. Claro que lo mismo no dice nada porque lo ha dicho Casado: lo que el PP ha firmado con VOX y con Ciudadanos es lo que el PP ha mantenido toda la vida.

Esta situación, para ser exactos en la valoración del “truco o trato” vivido, es la que nos lleva a tener que esperar a esos 100 días de gobierno para poder evaluar cuál es el alcance real de pactos y compromisos y cómo cada uno de los partidos administra el valor de sus escaños, especialmente en el caso de VOX, cuyo acuerdo con el PP no puede ser más frustrante con respecto a las expectativas generadas. Así será si la ambigüedad y el buenísimo que bulle por el texto no tiene traslación efectiva a la política de hechos, dado que el sentido de la interpretación de lo firmado es distante si escuchamos a los representantes de las “tres derechas” (vale como ejemplo las declaraciones del señor Maroto o la afirmación de Ciudadanos de que el acuerdo PP-VOX no es vinculante y pese a su liviandad es papel mojado).

Ahora bien, las palabras son una cosa y la realidad puede ser otra, y esos importantes 100 días también van a estar condicionados por las elecciones de mayo. Y si bien es fácil predecir el camino del PP y Ciudadanos a la búsqueda de ser la lista más votada de las “tres derechas”, y la intención de Ciudadanos de condicionar ideológicamente los futuros pactos para no hundir su propósito de continuar ganando votos por su izquierda para llegar a la Moncloa con apoyo del PSOE -al tiempo-, más difícil es predecir cuál será la táctica de VOX ante las dudas que despierta el acuerdo firmado con el PP. Un acuerdo pletórico de ambigüedades que no pocos han valorado como renuncias.  Especialmente cuando Casado anuncia que no ve diferencias ideológicas tras lo hecho entre el PP, Ciudadanos y VOX. Siendo esto importante cuando las elecciones andaluzas han puesto sobre la mesa el hecho de que el nuevo sistema de partidos aún no está cerrado. En estas cirucnstancias: ¿Será VOX un partido atenazado por el “todo para que no vuelva la izquierda” o se convertirá en una fuerza de oposición y control, que tratará de dejar al descubierto con su acción parlamentaria al tándem PP+Ciudadanos en lo referente a lo que constituye el discurso “pistacho”, para poder seguir creciendo y no convertirse en un apéndice necesario del PP, lo que a la larga puede revertir el fenómeno que han hecho visible los electores andaluces?

Esos 100 días pueden ser claves, estoy seguro de ello. Sobre todo cuando el PP ya parece haber aceptado la realidad del final de las mayorías absolutas y del bipartidismo y los politólogos y comentaristas asumen que la variedad de opciones no debilita sino que amplía las futuras posibilidades de gobiernos hegemónicos del centro derecha. Siempre, eso sí, que Ciudadanos se mantenga en el espacio para el que fue creado y se controlen los sueños de grandeza mirando a Francia del aspirante a pequeño Napoleón en que parece haberse convertido Albert Rivera.

Que Andalucía es un laboratorio de cara a mayo lo pone de manifesto el hecho de que no han negociado los tres líderes de las formaciones andaluzas, sino que los acuerdos se han hecho entre los dirigentes nacionales del PP, Ciudanos y VOX; viajes en AVE y fotos a un lado. Sin duda ha sido así porque estamos ante el ensayo de un acuerdo marco a utilizar tras las elecciones de mayo, pero que dice muy poco a favor de los líderes andaluces de las tres formaciones o de la confianza que pudieran despertar en Madrid los cabezas de cartel del PP y VOX ante alguien con el historial político del señor Marín. No es que lo diga yo o lo apunten algunos analistas. Por ejemplo, así lo ha expresado Begoña Villacís hablando de los previsibles resultados en Madrid en las próximas elecciones.

En esta coyuntura, de mantenerse invariable la situación política, incrementándose el hartazgo  hacia Sánchez, ¿cuáles serían los axiomas que se van a mantener, dado que nadie se molesta en leer o creer en los programas, sobretodo si asumimos que pocos meses después pudieran convocarse las generales? Tratemos de sintetizarlos desde el punto de vista del dúo que se presenta como más beneficiado, PP y Ciudadanos.

Primero, todo se subordinará a la idea de echar a la izquierda y a los separatistas, si llega el caso, del poder. Ello justifica cualquier acuerdo y cualquier cesión, sirviendo como arma de presión sobre el colaborador necesario, VOX.

Segundo, admitiendo que de momento el bipartidismo está muerto presentarse como el conseguidor de acuerdos, el único capaz con esta política de poner de acuerdo a los demás, de desplazar a la izquierda del poder. Argumento propio del PP y Ciudadanos.

Tercero, mantener de las bases programáticas de lo pactado en Andalucía que dejan a un lado las grandes líneas del programa ideológico de VOX, ya que gran parte del resto puede ser compatible si se barniza adecuadamente. Líneas ideológicas aparcadas, porque ni Ciudadanos ni el PP las pueden admitir. Recordemos que el programa ideológico de VOX es ampliamente rechazado, no ya en Ciudanos sino también entre la cúpula del PP, como se demostró con las sucesivas declaraciones de algunos dirigentes autonómicos peperos que van a tener que negociar con VOX tras conocerse los resultados de mayo.

Cuarta, los acuerdos de gobierno serán entre PP y Ciudadanos, asumiendo implícitamente que gobernará la lista más votada de ambos, practicando una marginación clandestina con VOX.

Dicho esto, a resultas de los 100 días de Andalucía, puede que el modelo se vea alterado en función de cómo VOX administre sus resultados y expectativas, dado que es un partido con escaso voto consolidado que puede acabar asfixiado por el abrazo del oso si no fidelizan a sus votantes manteniendo su discurso ideológica cuando llegue el momento de volver a negociar. La política no es solo palabra, es también hechos.

 

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